Indudablemente, reír mejora nuestra salud y libera nuestras emociones, pero además ¡es contagiosa! Todos tenemos ese amigo que cada vez que suelta una carcajada no podemos controlarnos y nos empezamos a reír con él.

Psicólogos estadounidenses afirman que el ser humano, de manera inconsciente, tiende a imitar o repetir la expresión facial de los que nos rodean y extrae el significado emocional en cuestión de milisegundos. Esta situación se produce porque solemos asociar las emociones a algunas experimentadas en el pasado. Además, nuestro cerebro está preparado para las relaciones biológicas y favorecer la interacción entre nosotros.

Los responsables de que se produzca esta situación son las neuronas espejo, también conocidas como neuronas especulares, que nos ayudan a sentir empatía y afinidad hacia otras personas. Debido a esto, cuando oímos una carcajada, nuestra primera reacción es sonreír y si esa risa continúa acabamos riéndonos nosotros también.

Estas neuronas, imitan como acto reflejo lo que otra persona está haciendo y desempeñan un papel muy importante en las capacidades cognitivas y originan procesos de identificación fundamentales para transmitir de padres a hijos sus rasgos y caracteres.

Sin embargo, la habilidad de sentirse identificado con la risa de otra persona y tratar de imitarla puede verse reducida cuando hablamos de personas que no pueden imitar expresiones faciales, como aquellas que padecen una parálisis facial o cuando sus nervios han sido dañados.