Los rayos ultravioleta proceden del sol y, por tanto, estamos expuestos a estas radiaciones todo el año y en cualquier parte del planeta. Hay tres tipos de radiación:

 

Radiaciones de longitud de onda larga o UVA

Apenas retenidos por la atmósfera. Al menos el 90% de las radiaciones que llegan a la superficie terrestre son UVA y están presentes todo el año, incluidos los lluviosos y nublados días de invierno. Son el 95% de la radiación ultravioleta pero no daña de forma inmediata la piel, por lo que no se nota.

Aun así, tienen la capacidad de penetrar hasta las capas más profundas de la piel, provocando alternaciones celulares que dañan el ADN. Se aprecian sus efectos porque son los causantes del envejecimiento de la piel, las manchas e incluso melanomas.

 

Radiaciones de longitud de onda media o UVB

Representan como máximo un 10% de las radiaciones que llegan a la superficie terrestre. Son los que disfrutamos en verano y su energía es mayor por lo que notamos su incidencia en nuestra piel por las quemaduras que nos provocan.

Estos rayos se reflejan con facilidad, por lo que arena, nieve, agua y superficies reflectantes hacen que su concentración aumente, al menos, en un 17%. Dañan directamente el ADN provocando quemaduras, cáncer de piel, alergias, daños en las corneas y afectan al sistema inmunológico.

 

Radiaciones de longitud de onda corta o UVC

Estas son absorbidas en su totalidad por la capa de ozono, no penetrando en la atmósfera y no siendo perjudiciales.

 

Protección

Usa crema con un factor de protección superior a 30 en verano y a 15 el resto del año. Recuerda que en verano tendrás que ponértela 30 minutos antes de salir al sol y cada 2 horas.

Cuidado con las cabinas de rayos UVA ya que aumentan el riesgo de melanoma mortal a edad temprana, según ha demostrado un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Calgary Cumming (Canadá).

 

Revisión

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