Mi familia siempre ha tenido una fuerte relación con el campo.

Los niños corríamos libres bajo los árboles y el viñedo. Cogíamos la fruta caída - nueces, uvas, ciruelas - y nos las tirábamos los unos a los otros. ¡Éramos muy felices con las cosas más simples!

En esos juegos al aire libre, recuerdo jugar con otras niñas a hacer muñecas con cosas del campo. Usar las hojitas de parra como vestidos y los palitos como brazos y piernas. Pero sin duda, mi favorita, era una muñeca hecha con una mazorca de maíz de un huerto cercano a las viñas. Me la hizo mi abuelo unas Navidades de risas y sol, allá por los 90. Cuando la miro, recuerdo aquellos tiempos, y mis pasos junto a los suyos a través de la maleza.

Hoy, es una muñeca vieja y rota, pero llena de recuerdos que los niños de hoy no entienden, y que me gustaría rescatar para compartir con mis hijos.

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