Tengo el recuerdo de mi abuela siempre tejiendo, con sus agujas de lana, el ovillo de distintos colores, y con sus gafas que hacían que sus ojos grises parecieran aún más grandes y más bonitos.

Ella me enseñó a tejer cuando era pequeña, nos pasábamos las tardes haciendo vestidos, chaquetas, patucos y toda clase de ropita para mis muñecos, teníamos a una muñeca de un tamaño muy bueno para hacer ropa y que no fuera muy pequeña, ya que yo no era tan mañosa como ella, obviamente a ella siempre le salían mejor, pero yo no cesaba en mi intento de que me saliera tan bien como a ella.

Esos ratos juntas, eran muy especiales, no necesitaba otra cosa, que unas agujas, lana y su compañía, la novela de fondo nos acompañaba las tardes, a media tarde, se levantaba y me traía la merienda, me contaba historias de cómo conoció a mi abuelo, al que no llegue a conocer, yo le contaba todos mis progresos en clase y así nos pasábamos horas y horas hasta que mi madre nos tenía que sacar de nuestro mundo paralelo para hacer recados, o alguna vez si se hacía tarde ir a cenar!

Son unos años de un recuerdo maravilloso y quisiera que mi hija Lucía pudiera compartirlos con mi madre al igual que yo hice con mi abuela, que ahora ya no está. Tengo guardado con mucho cariño esta muñeca “modelo” con la que hacíamos todos los modelos, actualmente está con ropa que hizo mi abuela, un cancán, una falda y un jersey que siguen en buen estado, pero a la muñeca le falta un ojo, y quiero poder pasársela a mi hija, espero que me podáis ayudar a mantener viva esta tradición…