Jugar con tus hijos es natural y beneficioso para su desarrollo y para el bienestar de toda la familia. Mientras que los lazos entre padres e hijos se fortalecen, se liberan las energías negativas y se disfruta con los que más queremos.

Las cosquillas son una buena forma de entretenimiento a cualquier edad y ayudan a reducir el cansancio y el estrés. Además, ayudan a desarrollar los bebés y los niños pequeños, a través de la estimulación de los sentidos, de los músculos y de las capacidades de socialización y expresión emocional.

Cuando juegas con tu bebé, él te mira, se mueve, escucha las risas. Todo esto son estímulos para su crecimiento [1].

Para los bebés, las cosquillas son un estímulo importante y un contacto positivo con sus padres. También pueden servir para mantener al bebé despierto mientras es amamantado, si se hace con cuidado, o simplemente por juego. La cara y las plantas de los pies son las zonas más adecuadas para este tipo de contacto y sin duda dejan a tu bebé feliz - ¡pruébalo!

Con el crecimiento de los niños aparecen otras áreas más sensibles, como la axila, el estómago o la espalda, y los juegos se vuelven más activos, utilizando el factor sorpresa para generar positividad. Estos juegos siguen dando forma a la manera en que el niño va a interactuar con el mundo y llenan la casa de risa.

En estos momentos de juego, el cerebro libera endorfinas, que producen la sensación de felicidad y bienestar. Sin embargo, debes darte cuenta de que hay momentos en que el niño no está receptivo. Tenemos que respetar esa distancia para que el cosquilleo siempre esté asociado con impulsos positivos.

¡Es perfectamente normal que a veces el niño rechace estos juegos!

Disfruta de los momentos de alegría y buen humor para crear el ambiente perfecto para tus hijos.

 

[1] Blaisdell, Aaron P. Play as the Foundation of Human Intelligence. The Illuminating Role of Human Brain Evolution and Development and Implications for Education and Child Development, 2013

Información adicional: Provine, R. R. Laughing, Tickling, and the Evolution of Speech and Self, 2004