Mi historia con mi coche de carreras tiene un valor incalculable. Con 6 años pedía a los Reyes un coche de carreras, pero no uno cualquiera, quería un coche grande, imponente, azul, quería el mejor coche de carreras…

Mis padres siempre me decían que tenía muy poco cuidado con las cosas, especialmente con mis juguetes, yo no era consciente de esas palabras, pero la realidad es que tenían razón, los cuidaba poco y normalmente siempre se rompían al poco tiempo de tenerlos. Y cuando estaban rotos ya no les prestaba la atención que requerían, ya no jugaba con ellos a pesar de poder seguir haciéndolo y divirtiéndome con ellos de la misma manera que cuando estaban rotos. Llegó la noche de reyes, me acosté nervioso y excitado como cualquier niño en esa noche tan mágica. Al despertar salí corriendo hacia el salón y ahí estaban los paquetes, debajo del árbol de navidad que habíamos colocado hacía ya 3 semanas.

Había un paquete que destacaba sobre el resto y en el que ponía mi nombre. Era de los más grandes y lo envolvía un papel de colores muy llamativo. Me apresuré a abrirlo y descubrí mi “coche de carreras azul”, era exactamente igual que el que había imaginado. Pensé “la cara que va a poner mi amigo Raúl cuando lo vea”. Era además aún mejor de lo que había pedido porque era teledirigido. No veía el momento de bajar a la calle y enseñárselo a mi amigo Raúl y al resto de la pandilla. A pesar de que eran sólo las 10 de la mañana insistí a mi madre y a mi padre para que me dejará bajar a la calle. Estaba aún en pijama pero, por una vez, creo que sería capaz de vestirme en menos de 3 minutos cuando normalmente suelo remolonear y tardar mucho tiempo. Tras mucho insistir, mis padres me dejaron bajar a la calle.

Baje los siete pisos del edificio a la velocidad de un rayo. Estaba tan alterado y nervioso… solo pensaba en ese momento en la cara de mis amigos…. Hasta el momento no había disfrutado del coche nada más que para pensar la cara que pondrían al ver que tenía el coche más grande y mejor de los que Los Reyes habían podido traer a cualquier niño. Al cruzar la calle tropecé con la acera y mi coche se cayó al suelo y se rompió. No podía creer que mi coche de carreras azul ya se hubiera roto sin haber jugado y disfrutado de él. Ese día aprendí que muchas veces nos dejamos llevar por las cosas que no tienen importancia. En este caso, fruto de mi ansia por ver la cara de mis amigos al ver mi nuevo coche, deje de lado lo importante, que era jugar con él, escuchar como sonaba al encenderlo y dirigirlo con el mando, hacerlo correr por el salón de mi casa y en definitiva disfrutarlo…

Esta historia con mi primer coche de carreras azul me sirvió para disfrutar de los juguetes jugando, para cuidarlos y mimarlos. Ahora que soy adulto y tengo un hijo pequeño, me gustaría arreglarlo y regalárselo a él. Nico es un niño que en parte, se parece mucho a mí, apenas cuida sus juguetes y quiero regalarle este coche de carreras y contarle la historia que esconde detrás para que, a través de mi experiencia, entienda lo importante que es cuidar las cosas para poder disfrutarlas y saborearlas.

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